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G O R D A I L U A

 

 
 

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Aurreko artikulua— Gernika. 11. zkia (1950-apirila/ekaina) —Hurrengo artikulua




 

 

Apostillas al Soneto de Wordsworth

 

Isidoro de Fagoaga

 

La poesía The Oak of Gernica —cuyo texto original seguido de las traducciones al euskera, al francés y al español aparece en las precedentes páginas— vió por primera vez la luz en 1810. Su autor, el poeta inglés William Wordsworth, la publicó juntamente con otras composiciones del mismo género, en una serie o colección que intituló Poemas en defensa de la independencia y libertad nacionales.

        ¿Quién fué este poeta y cuáles fueron los motivos que le impulsaron a cantar —hace ciento cuarenta años y cerca de medio siglo antes que Iparraguirre— las virtudes cívicas de un pueblo simbolizadas en su Roble legendario?

        Para dar cumplida respuesta a esta pregunta, conviene conocer, qunque sea sucintamente, la figura moral e intelectual de Wordsworth, como también el momento histórico que vivió y que contribuyó —más, probablemente, que ninguna otra causa— a inspirarle aquellos cantos; cantos saturados de fiebre romántica, de solidaridad con los pueblos oprimidos y de rebelión y desprecio por todas las formas de la tiranía.

        La vida de William Wordsworth, en su aspecto social, nada tiene de extraordinaria ni gloriosa. Su cronología es por demás escueta y sencilla. Podría ser el obituario de un ciudadano cualquiera de su tiempo: nació en 1770 y murió en 1850. Entre estas dos fechas, varios viajes a extranjero, algunos breves paréntesis de escasez pecuniaria, una boda discreta cual un suceso trivial de la vida cotidiana y largas, muy largas temporadas en el campo.

        Sus dos grandes afectos, además del que profesaba a su esposa, fueron su hermana —verdadera incitadora, más que inspiradora, de toda su labor poética— y el de su colaborador y amigo Coleridge.

        Su único amor, la poesía.

        En 1791 realizó su primer viaje a Francia, y en París, durante un año, asistió a los prolegómenos de la Gran Revolución. Ante aquel desbordamiento de pasión, su alma, proclive a todo lo generoso y noble, se sintió como tocada por la gracia. Desde aquel instante, Francia se le apareció como la tierra de promisión de la Justicia y de la Libertad.

        De regreso a su condado de Cumberland, contagió su entusiasmo a su hermana y a su amigo Coleridge, escribiendo, en unión de éste, la primera serie de poemas que intituló Baladas líricas y cuya doctrina es una aplicación estética de la democracia sentimental.

        El fin de la Convención y las reacciones de los regímenes que se sucedieron para culminar en el Consulado y el Imperio, fueron un rudo golpe para sus fervores revolucionarios. Admiraba a Francia cuando combatía y sus ejércitos llevaban, fuera de las fronteras, las ideas de la Revolución; pero se sentía enemigo de ella cuando, como aconteció con la ascensión al trono de Bonaparte, los mismos ejércitos amenazaban la paz y libertad de otros pueblos.

        De esta época data la serie de Poemas en defensa de la independencia y libertad nacionales. Casi todos ellos están concebidos en forma de sonetos. Uno de los primeros, escrito en 1802, es una dura diatriba contra la proclamación del Consulado vitalicio. Poco después, la extinción de la República veneciana le inspira otro poema igualmente reprobatorio. Años más tarde, en 1808 y 1810, con motivo de la invasión de España por Napoleón, compone dos sonetos más que intitula respectivamente Indignation of a high-minded Spaniard y, el que es objeto de esta glosa, The Oak of Guernica. Este último es el más noble de todos por la emoción cordial que encierra. En él se trasluce el exacto conocimiento que tenía Wordsworth de nuestro Arbol foral, de su función tutelar y de las instituciones de nuestro país.

        No parece, sin embargo, que el gran romántico inglés haya visitado nunca —contra lo que afirman algunos escritores— la tierra que tan generosamente cantó. Las líneas que, de mano del propio autor, preceden al poema, lo hacen suponer así: "El antiguo roble de Guernica es, según Laborde en su descripción de Bizcaya, un monumento natural muy venerado. El año 1476, Fernando e Isabel, después de oir misa en la iglesia Santa María de la Antigua, comparecieron ante este árbol, jurando bajo él que iban a mantener sus Fueros a los bizcainos. Otro cualquier interés (atributo) que, en la mente de este pueblo, se refiera (a dicho árbol) se deducirá de la siguiente..."

        Y luego, como subtítulo:

        "Supuesta alocución al mismo (al roble)".

        Esta nota nos prueba que el poeta poseía otros datos (como, en efecto, lo demuestra en el soneto) que los muy sucintos que le brindara el viajero francés. Este conocimiento de nuestras instituciones y de su funcionamiento no debe extrañar a nadie, pues de todo tiempo las relaciones entre britanos y vascos fueron asiduas y cordiales. Ya Ricardo Corazón de León, que había de casarse con Berenguela, Hermana de Sancho el Fuerte de Navarra, recomendaba al bailío de Laburdi de que "dejara disfrutar a los hombres buenos de Ustaritz de las mismas costumbres y libertades que habían disfrutado hasta entonces". Por su parte el Rev. Wentworth Webster, que nos ha dejado tan excelentes páginas sobre el folklore y las tradiciones de nuestro país, en su estudio acerca de Simón de Montford (1192-1265) y las instituciones vascas, señala que en la legislación inglesa se introdujo la representación parlamentaria del pueblo o de los famosos burgos, así como los derechos del hombre con el "habeas corpus", siglos después que los vascos los disfrutasen merced a sus leyes consuetudinarias. En 1881, Gladston, antes de dictar su célebre Irish Land Bill (Ley de tierras para Irlanda), visitó al Rev. Webster y ambos hicieron acopio de datos acerca de los sistemas de administración de tierras y municipios en el País Vasco. Gran parte de estas modalidades pasaron al mencionado Land Bill. Poco más tarde, el canónigo Lyttelton, director del Colegio de Eton —donde se educa la inmensa mayoría de la aristocracia inglesa—, en una conferencia pronunciada en el Instituto Royal Albert, declaraba entre otras cosas: "En nuestro país dimos la autonomía municipal por la ley de 1890, cuando los vascos la disfrutaban ya desde 1250". Después de Borrow y Houston Stewart Chamberlain que, éste último, calificaba a nuestra raza de "misteriosa, aislada, enérgica y fantástica", otros escritores e investigadores, como Dodgson, Sayce, Buttler Clarke, G. Elliot Smith, Rodney A. Gallop, Steer y Violet Alford —por no citar mas que los más conocidos— han consagrado en nuestros días estudios de un alto valor documental y literario acerca de la historia, la organización social y el folklore de la tierra vasca.

        Nada tiene, pues, de extraño el que un poeta erudito como Wordsworth haya interpretado, con un conocimiento parigual a su inspiración, el admirable simbolismo que encierra nuestro Roble tutelar.

        De las cinco traducciones al castellano del soneto de Wordsworth (exceptuando, claro es, la mía) de que tengo noticia: la de Manterola, que Garate atribuye a Carmelo Echegaray, la de Angel Apraiz, la de Stanley Richardson y Luis Cernuda, la de Carlos Ruiz Daudet y la de Justo Garate, esta última me parece la mejor. En ella el doctor Garate ha seguido un procedimiento que, sobre todo en materia poética, considero el más acertado y que, a mi vez, ha tratado de aplicar siempre que las circunstancias me han puesto en la obligación de realizar una traducción; es decir, que la versión no sea tan servil que viole las exigencias artísticas, ni tan libre que al poeta le sustituya su traductor, que de esta surete puede convertirse, como reza el refrán italiano, de traduttore en traduttore.

        Descubrir esta línea mediana y seguirla sin perder el equilibrio, he aquí un menester bien difícil. El doctor Garate y yo lo hemos intentado, sin que esto quiera decir, al menos en lo que a mí respecta, que lo hayamos conseguido. Ambos, a fin de interpretar el pensamiento íntimo del autor, hemos roto con la rima y con el ritmo, hemos ensanchado el endecasílabo e incluso hemos recurrido a la transposición como puede observarse en la frase que encierra el paréntesis de la primera cuarteta, frase que ha quedado relegada, para la mejor comprensión del texto, al último verso.

        Sólo en algún punto su versión y la mía difieren un poco. He aquí transcrita la de Justo Garate:

 

                ¡Roble de Gernica! Arbol de poder aun más sagrado

                que el profético roble que conservó en Dodona,

                una voz divina, que partía de lo profundo

                de su aérea enramada, según una fe asaz crédula.

                ¿Cómo pudiste florecer en esta hora de destrucción?

                ¿Qué gozo y qué esperanza pueden traer a tí, ya la luz solar

                ya las suaves brisas del atlántico mar?

                ¿O las tiernas lluvias de Abril, y los matutinos rocíos?

                Si dentro de tu círculo sombrío, nunca ya se juntaran

                aldeanos y señores en sus asientos señalados,

                esos legisladores de mente elevada,

                guardianes de la antigua libertad de Vizcaya,

                sería misericordioso y bienvenido el golpe

                que extendiera tus ramas por la tierra.

 

        En la primera cuarteta, a diferencia de la mayoría de las versiones, con excepción de la francesa de Bernard-Hallet, yo —asesorado por los profesores Pierre Legouis, de la Facultad de Letras de la Universidad de New-York— hago una traducción directa y un poco libre con el fin de captar, no la forma, que en este caso cuenta poco, sino la idea íntima del poeta. De consiguiente, traduzco que el roble "de Dodona emitía una voz divina"para evitar la confusión que crea el vocablo heard (literalmente oída.). También evito el señalar que el de Dodona fuera un "roble profético", pues, aparte de que tal mención no existe en el original, se debe presumir que el que conoce el significado de Dodona debe conocer asimismo sus cualidades proféticas. En cuanto a la expresión "enramada aérea", que en inglés, y más en aquel tiempo, puede parecer natural, hoy, después del uso y abuso que se hace del vocablo aéreo aplicado más bien a fines industriales y de mecánica, resulta un tanto chocante para oídos españoles, aparte la redundancia que ella supone, pues bien se sabe que las ramas de un árbol son aéreas al igual que sus raíces son subterráneas o soterráñas, como dice nuestro gran Unamuno. Yo he preferido decir simplemente que la voz divina venía o llegaba "desde la espesura de su alta enramada".

        Los dos terceros, justamente con la cuarteta mencionada, son los de más difícil interpretación. Yo he preferido conservar en el primero el orden o estructura que tiene en el original, pues la transposición en este punto empezando con el condicional "Si dentro de tu círculo sombrío...", pierde, a mi juicio, mucho de su vigor y resolución. Por lo mismo, a fin de conservar la fuerza que le ha imprimido el poeta, ese primer terceto de mi versión empieza así: "Golpe misericordioso y bienvenido sería..."

        Aparte lo ya expuesto, existen otras diferencias de menor cuantía. Por ejemplo yo he preferido verter la frase del original "extend thy branches on the ground"por "extiende tus ramas por el suelo", que no "extiende tus ramas por la tierra", pues esta última expresión, después de la famosa frase de Iparraguirre, se presta a una interpretación totalmente opuesta. Otro tanto dígase del adjetivo sombrío, que, en el vocabulario corriente, tiene una aceptación más bien peyorativa que no la de rigor o normal. En su lugar, pues, he preferido el de umbroso.

        Las dos versiones al francés —las únicas que a mi conocimiento existen— han sido hechas a mi requerimiento por el referido profesor Legouis, conocedor profundo de la lengua y literatura inglesas, y por nuestro colaborador y amigo el exquisito poeta Bernard-Hallet, respectivamente.

        La del primero, realizada sin las preocupaciones de la preceptiva poética, trata, y a mi juicio lo consigue, de captar el pensamiento del autor. La del segundo, no obstante hallarse vertida en los moldes de hierro que es el soneto, también es excelente. Denota, además, una envidiable habilidad dialéctica pues, para no caer en pecado de ripio, sabe sembrar el verso con los tan misteriosos como socorridos puntos suspensivos...

        El mayor acierto de Legouis consiste, a mi entender, en la interpretación que ha dado al vocablo fondly (emplazado en el paréntesis de la primera cuarteta), traduciéndolo por trop naïve. En efecto; en un hombre como Wordsworth, libre-pensador y republicano, la creencia en los oráculos del árbol de Dodona debía antojársele, más que profunda, ingenua y pueril.

        La versión euskérica de Carmelo Echegaray —que me parece excelente, si bien mis modestos conocimientos de mi lengua materna no son suficientes para enjuiciarla debidamente— adolece de un pequeño error que Justo Garate, gran colector de gazapos, ha sido el primero en señalar. El lapsus consiste en que el malogrado polígrafo traducía stroke (golpe) por gertaera (suceso, acontecimiento), lo cual, es evidente, modifica sensiblemente el sentido del verso original.

        Lo curioso es que en la primera versión castellana, la de 1882 (la euskérica es de 1884), figura también esta acepción de suceso por golpe. ¿Será esta coincidencia la que le lleva a afirmar al doctor Garate que ambas versiones —la castellana y la vasca que aparecieron sucesivamente en la revista Euskal Erria— son de Echegaray? La suposición parece fundada, pero, para aceptarla, convendría antes aclarar este punto: ¿Por qué la traducción euskérica lleva al pie la firma Karmelo Echegaray'koa y en la castellana no se encuentra, ni en el encabezamiento ni al pie, la menor mención de autor? Los numerosos artículos y poesías que en esa época publicaba el que luego, por méritos bien ganados, fué cronista de Guipúzcoa, llevan invariablemente su firma. Al no figurar ésta junto a la versión castellana me ha llevado a atribuírsela a José de Manterola que era (y continuó siéndolo hasta 1884 en que falleció) el director de Euskal Erria.

        Para cerrar esta enumeración de traducciones del tan mentado soneto, diré que, poco antes de la última guerra, el musicólogo y poeta Emo Ferrari Dalla Torre, esbozó, a requerimiento mío, una versión al italiano que me pareció excelente. Quedó entre los muchos papeles de mi amigo y esta es la hora, después de la gran tormenta, que nada sabemos de la traducción ni de su autor.

        De todo el poema, sólo un pasaje —la segunda cuarteta— no ha provocado, entre el número relevante de traductores citados, la menor discrepancia y ello, probablemente, por su carácter descriptivo, fácilmente asequible.

        Todo el soneto tiene un tono elegíaco, levemente premonitorio, que la Historia, en un crecendo doloroso, ha ido confirmando ineluctablemente.

        En las explicaciones previas, por cierto muy atinadas, que nos da Garate a su traducción del soneto de Wordsworth, advierte que "debía el roble famoso extender sus ramas por el mundo, es decir por América..."Yo le preguntaría a mi erudito amigo: ¿Por qué particularmente por América? En Norte América, es cierto, se rindió culto a los árboles de la libertad. Y en Francia también. Unos árboles que se plantaban y arrancaban siguiendo el calendario de las fiestas cívicas cuando no los humores de las facciones en liza. Pero este culto databa de los días de la Revolución francesa. Como quien dice de ayer. En cambio el que se tributaba al Arbol foral se pierde en la nebulosa del pasado. No olvidemos la sorpresa de los soldados de la Convención cuando, victoriosos, tremolando su bandera tricolor y constelado el pecho con la escarapela y el emblema del árbol, se encontraron con que en Gernika se rendía culto, y desde tiempo inmemorial, al Arbol de la Libertad. De la Libertad sin aditamientos y, por lo mismo, de todos y para todos.

        Las musas han inspirado, en todos los tiempos, entusiásticos cantos al que, según apelación del fogoso Tallien, era el "Padre de los Arboles de la Libertad".

        No incurriré en la importunidad de enumerar aquí tales cantos. Jon Bilbao, nuestro ilustrado colaborador, posee a este respecto un fichero tan extenso y prolijo que hará las delicias del más exigente investigador.

        Mi propósito de hoy es más modesto. Deseo señalar a la atención de nuestros lectores la serie de trabajos que, aparte el poema tan comentado de Wordsworth, figuran en esta primera parte del Cuaderno, trabajos valiosísimos todos ellos y destinados a commemorar el decimotercer aniversario de la destrucción de Gernika. A los nombres habituales en estas páginas —Thalamás, Espil, Iratzeder, Larrañaga, Bernard-Hallet y Aramendy— hemos querido asociar el muy insigne de Miguel de Unamuno, o, como él mismo escribe, el de Miguel Unamuno'koak. Aparece en la página siguiente a esta glosa mía. Es un canto de amor cálido y tierno en honor del Roble tutelar y de la Villa cuyo martirio alcanzó a conocer. Lo reproducimos fielmente en su texto original en ese euskera vizcaino que, para sonrojo y sorpresa de más de un pretendido vascófilo, tan bien conocía el que para muchos ha pasado por un vascófobo recalcitrante.

"Nos arrebataron las Viejas Leyes —dice con expresión vernácula tan difícil de traducir—, siendo como eran nuestra vida, pero si guardamos nuestra alma euskaldun, de aquí surgirán de nuevo los Fueros, surgirá el sol de la Justicia en una primavera perdurable."

        Y a continuación:

"Te saludo con amor viejo Arbol regado con el sudor de mis hermanos y las lágrimas de nuestras madres, bendecido por la mano del Altísimo. Roble querido de raíces bien afincadas en nuestra tierra, guárdanos, con el homenajje de los hombres de bien, a todos bajo tu sombra. Te saludo también a tí Gernika, pueblo el más hermoso, villa santa de los vascos, lugar privilegiado donde radica el Arbol sagrado. Si eres amada por todos los vascos, yo te amo más que nadie, porque en tí he realizado los sueños más felices, en tí he pasado los más dulces y porque en tí se halla el nido donde reposa lo más íntimo de mi corazón."

        Es una salutación, una plegaria de un corazón sano y ardiente, de un corazón que no contaba mas que veinticuatro lozanas primaveras.

        A esa plegaria, en esta esperanzada primavera de 1950, aniversario de un hecho tan nefando como luctuoso pero que nosotros queremos convertir en un resurrexit de amor y concordia, nos asociamos cordialmente todos los que comulgamos con los ideales simbolizados en el santo nombre de GERNIKA.

 

San Juan de Luz, abril de 1950.

 



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