¿Tecnología neutral?
Aibar Garziarena
¿Es la tecnología neutral? Una respuesta afirmativa a esta cuestión puede querer decir más o menos lo siguiente: los productos de la técnica y la tecnología no pueden ser valorados intrínsecamente; no hay «buenas» y «malas» técnicas, sólo técnicas más o menos efectivas respecto a la consecución de determinados fines prácticos. Los efectos ambientales, políticos y sociales en general, de un determinado tipo de tecnología dependen de su aplicación. Hay «buenos» y «malos» usos de la tecnología. La valoración social de la técnica debe reducirse por lo tanto a la cuestión de su aplicación adecuada. La tesis de la neutralidad de la tecnología sirve especialmente para legitimar el actual desarrollo selvático de la ciencia y la tecnología, en el que beneficios y catástrofes se producen casi al azar. Se pretende, y de hecho se consigue, que el debate en torno a ciertas tecnologías problemáticas se lleve a cabo a posteriori, una vez implantadas, de forma que el ámbito exclusivo de discusión quede restringido a sus distintas formas de empleo. Lo que subyace a estas ideas no es ni más ni menos que el principio irracional del imperativo tecnológico: «si puede hacerse, debe hacerse».
Una posición más razonable no puede escapar al hecho flagrante de que cualquier tipo de técnica lleva más o menos implícitos el carácter y el sentido de sus posibles aplicaciones. La valoración social de una técnica dada debe realizarse teniendo en cuenta este factor esencial. No se trata de salvar tal o cual tecnología, se trata de salvarnos a nosotros mismos.
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