Matxo Kalaghan
El frío penetraba a través del raído abrigo que siempre llevaba. Pero se estaba aproximando el día en que sólo haría falta llevar una fina camisa y un bañador.
Dos semanas más en Alemania y tendría suficiente dinero para vivir a lo grande el resto de mis días.
Cuando subía hacia mi habitación, la portera me llamó indicándome que tenía correspondencia. Grité de alegría. Le arrebaté la carta de las manos y corrí a mi cuarto. Me senté en la cama, sin quitarme el abrigo, y leí las pocas líneas. Una cita en un hotel de superlujo. Alquilé un traje de etiqueta encaminándome hacia el lugar donde estaba citado con un desconocido.
Cuando llegué, me aproximé a la barra, como indicaba la carta, y pedí un "Gin Toc". En ese momento se me acercó un hombre de sesenta o sesenta y cinco años y me preguntó: "¿George Sullivan?". Miré al extraño de arriba abajo buscando un botón verde en su abrigo hasta que lo encontré. Apuré el "Gin Tonic" de un sorbo y salimos. Un coche negro esperaba fuera. Dentro comenzó la conversación. La misión de un enlace es casi siempre peligrosa. Pasearse por el mundo con una "fusca" en el sobaco, dinamita en la maleta, etc., es un poco pesado.
El señor del botón verde hablaba poco y preciso, eso me gustaba.
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